Latbus: Entre todos la mataron (y ella sola se murió)
Latbus no es una empresa más para Murcia, es parte de la ciudad y de nuestras pedanías, parte de su memoria colectiva; todos los ciudadanos conocen a la que ha sido concesionaria del transporte público durante muchos años, es parte del paisaje. Sin embargo, probablemente la mayoría desconozcan su historia y los motivos por los que ha llegado a la situación actual.
Conozco muy de cerca a esta empresa. Mi relación con Latbus o más bien con los autobuses urbanos de Murcia comienza incluso antes de que yo naciera: en 1969 mi padre llegó a la ciudad para trabajar y fue contratado en la extinta empresa de transporte Botas Blanco, concesionaria por entonces del servicio urbano de transporte, precursora de la actual Latbus, la cual se crea a partir de la fusión sucesiva de varias pequeñas compañías de autobuses, primero como LAT (viene de la abreviatura de Lirsa, Aumusa y Travimusa), hasta llegar a la actual empresa.
La situación empresarial de Latbus me afecta sentimentalmente por motivos obvios. Por decirlo de alguna manera me crié en las cocheras de la empresa en el Carril de la Condesa del barrio de San Pío X y fui conociendo Murcia y sus pedanías a través de las ventanas de los autobuses que conducía mi padre. Crecimos juntos: LAT era una pequeña compañía y ahora Latbus es una importante compañía de transporte en graves problemas económico-financieros.
Sin embargo, lo que realmente me importa es esta última parte, la difícil situación actual y sobre todo el futuro de la compañía y de sus empleados. En casa ya no tenemos este problema. Mi padre, tras 41 años de servicio, se jubiló en 2010 como el chofer más veterano en activo y mi tío hace bien poco, pero tengo buenos amigos que son empleados e incluso algún familiar, los cuales vienen sufriendo retrasos incomprensibles en el cobro de sus nóminas, al igual que el resto de trabajadores, y ellos merecen que los murcianos nos preocupemos y se eleve la voz para que se luche por su estabilidad laboral.
Hasta hace bien poco ser trabajador de Latbus era poco menos que tener la estabilidad laboral de un funcionario y un sueldo aceptable, sin muchos lujos, pero aceptable. Sin embargo, esto no siempre fue así; recuerdo que antaño para obtener un sueldo decente era necesario hacer los llamados ‘dobles’: trabajar un turno doble, de mañana y de tarde, o sea, salir de casa sobre las 6 o 7 de la mañana, parar para comer y reincorporarse a las 15 horas hasta las 20 o 23 horas. Una burrada, jornadas de hasta 16 horas.
Desde hace bastante tiempo los horarios en Latbus son normales, el trabajo es aceptablemente confortable. Sin embargo, ahora el problema es otro. Hace un tiempo la empresa comenzó una deriva peligrosa, desconocida hasta la fecha en la compañía de transporte e incomprensible en una empresa de este tamaño y con unas condiciones tan favorables: dificultades financieras con retrasos en el pago de nóminas y los conflictos laborales que ello conlleva, con un empeoramiento de la situación económica que hace peligrar la viabilidad de la empresa, en concurso de acreedores y apartada de la concesión del transporte público urbano. ¿Los motivos? Hay versiones para todos los gustos.
Es cierto que en los años 80 debía haberse construido una estructura de transporte público moderno y sostenible, algo que muy probablemente no se hizo como debiera. La empresa creció de una manera inadecuada, con un servicio bastante deficiente en muchos casos, lo cual siempre ha ocasionado que el servicio no tuviera los usuarios que debería, agravando la situación, excesivamente dependiente de subvenciones públicas.
El transporte público es fundamental en nuestra sociedad, pero suele ser deficitario, por lo que debe ser pagado en parte con dinero de todos a través de las administraciones públicas. Si ese dinero llega con retraso, o bien directamente se procede a rebajar las subvenciones, lo normal es que ahorques a la empresa concesionaria del servicio, ello sin entrar en otras cuestiones, como los rumores acerca de la gestión del Consejo de Administración de Latbus, sobre inversiones inmobiliarias supuestamente fallidas con los antiguos terrenos de Carril de la Condesa y el traslado a la Carretera del Palmar o las diferencias entre Ayuntamiento y Latbus por la competencia con el tranvía y su incompresible y ruinoso trazado hacia lugares donde no hay ciudadanos con necesidad de transporte público.
En cualquier caso, en 30 años ha habido tiempo suficiente para enmendar cualquier error y controlar a una empresa a la que se inyectaba una cantidad importante de dinero cada año. Sin embargo, nadie ha tomado medidas, ni los máximos responsables de la situación actual, los políticos, tanto los que gobiernan en San Esteban y La Glorieta, como la oposición existente; ni por supuesto las personas que han dirigido la empresa, y eso no debe pasarlo por alto la sociedad murciana: aquí tiene culpa del desastre hasta el apuntador.
En consecuencia, ahora toca que se dejen los espectáculos públicos poco edificantes como los que estamos viendo últimamente, con cruces de acusaciones, subida desorbitada de tarifas debido a la imposibilidad de cuadrar cuentas por parte de la administración concursal y cuestiones algo extrañas como ver a un concejal de transporte subido en un autobús conminando a los usuarios a que pongan reclamaciones.
Todas las partes implicadas deben poner solución a la problemática, comenzando por lo más urgente, que es de forma inmediata hacer nuevamente económicamente accesible el servicio a los usuarios y salvaguardar a los empleados y sus condiciones laborales. Tanto unos como otros son imprescindibles para el funcionamiento del transporte público. A partir de ahí será el momento de trabajar para que Murcia cuente con un servicio de transporte público moderno, eficaz, útil y accesible, los ciudadanos lo agradecerán.
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